Había un cielo,
yo te miraba desde lo lejos
y cuando por coincidencia
también me mirabas
te hundías conmigo en los mismos ojos.

Jugabas, cómplice de mis deseos
y de esa palabra que brincaba en tu boca
que con tu lengua masticabas
y que cuando con los ojos me decías: 
¿te veo luego a escondidas?

Me encantaba saborear entre dientes
de la clandestinidad de tus besos
y de cómo me atrapabas con tus brazos entre la puerta.
Te veía cerrar los ojos
para sentirte menos culpable
y yo más sensible,
pero cuando tu rostro hervía
Y la sangre en tus ojos rojos se veía,
yo moría de placer.

Había un cielo, raso
que nos miraba
y unas escaleras que también se hacían cómplice
de nuestra complicidad.
Una mesa que por debajo de ella misma ya sabía nuestros secretos
y una silla que también sintió mi piel erizarse.
Yo aún,

 Puedo recordar tu olor
el hervor de tu piel,
tus manos blancas buscándome
y cuando con furia abrías mi boca
más rápido mientras nadie nos vea.
Tu versión:
Te quiero menos puta con el resto,
más promiscua conmigo.

Comentarios

Entradas populares de este blog